¿Por qué las mujeres tienen peor calidad de vida? - 4 Marzo 2022

Hoy os proponemos un artículo un tanto diferente, huimos de la bioquímica, las bacterias y las hormonas para poner el foco de la mano de nuestras docentes en la formación de Acompañamiento Integral en Salud de la Mujer Alicia Hardisson e Irene Aterido, en las verdaderas causas que subyacen a los desórdenes de salud de las mujeres.
Profundizarán en todos estos aspectos (tanto en su identificación como en el acompañamiento) en la formación: Acompañamiento Integral en Salud de las Mujeres
Dentro y fuera de casa
Desde hace apenas un siglo las mujeres hemos ido consiguiendo entrar (masivamente) en el mercado laboral (odiosa expresión). Esa es la parte buena, podemos trabajar y, con suerte, desarrollarnos en el ámbito laboral que hayamos elegido o, en estos días, en el que encontremos trabajo. Un trabajo que por el hecho de ser mujeres tiende a ser más precario y peor pagado. Y aún así, este acceso al mundo laboral exterior (no doméstico) no nos ha liberado del mundo laboral interior (doméstico y no remunerado).
Las tareas de cuidado, organización doméstica, organización nutricional y organización emocional, siguen estando mayoritariamente sobre nuestras espaldas. ¿Qué significa esto? Que ahora tenemos más trabajo y menos descanso. Estamos multiempleadas. Ahora trabajamos día y noche, fines de semana incluidos. Y el trabajo nunca termina. Siempre hay cosas pendientes. Si- em-pre.
Además queremos estar a la altura y hacerlo bien en todos los frentes. La sociedad nos lo exige y nosotras lo multiplicamos por diez y nos lo exigimos hasta la extenuación. Las consecuencias terminan siendo devastadoras a nivel físico, emocional y psíquico. Un desgaste total y continuo. No llegas a todo, estás cansada pero estresada, de café hasta las orejas y con una sensación permanente de fracaso y frustración. Bienvenidas al siglo XXI.
Culpabilidad
Te sientes culpable por gritar a tus hijos o a tu pareja, por no tener paciencia, por no tener más energía, por no ser más fuerte, más delgada, más guapa, más alta, más joven, por no tener un clon... ¿Y tú? ¿Y tu vida? La tuya, no tu vida familiar, laboral o de pareja. ¿Dónde quedas tú? ¿Dónde hay espacio para ti?
A pesar de todo siempre intentamos tener la sonrisa puesta y aparentar que está todo bien, que podemos con todo. Aparentar que es la “vida normal”, lo que “nos ha tocado”. ¿Por qué? Porque estamos programadas social y culturalmente para ello. Es lo que se espera de nosotras y lo que nosotras esperamos de nosotras. Los demás primero. Cuida de los demás y eso te hará sentir bien. Son los llamados mandatos de género, el programa en base al cual funcionamos, pero ¿quién cuida de ti?
Por si fuera poco, el mensaje que nos llega por todas partes es que no somos suficientemente X. Y donde pongo la X puedes poner: buenas, guapas, altas, delgadas, jóvenes, atléticas, cool, chic, fit, amables, simpáticas, complacientes, buenas-madres, fértiles, amantes, sexys pero decentes, interesantes pero no demasiado, fuertes pero no amenazantes, etc.
Autoexigencia
Entonces iniciamos una carrera desesperada y sin fin para demostrar que sí lo somos (aunque sepamos que es físicamente imposible), para sentirnos aceptadas, queridas. Para sentir que estamos a la altura, que somos suficiente. Para que no nos rechacen, para que nadie descubra que no somos perfectas. Lo único que buscamos es aceptación y amor.
En esa frenética carrera a ninguna parte es donde las mujeres nos perdemos a nosotras mismas. Donde perdemos la conexión con nuestro cuerpo y nuestras necesidades. Es en ese estado cuando dejamos de escucharnos porque tenemos muchas cosas que atender primero. Cosas importantes. Y tú no estás entre esas cosas. Este es el caldo de cultivo que llevamos alimentando en las últimas décadas y que ha desembocado en una crisis de salud de las mujeres sin precedentes.
Es necesario y urgente que dejemos de hacernos esto. Que paremos este sistema que nos destruye lentamente, que dejemos de vivir para los demás y vivamos sobre todo para nosotras. La crisis de salud de las mujeres es grave y está basada en el profundo y constante estrés emocional en el que vivimos.
¿Qué pasa con el estrés?
Si supieras lo milagroso, fabuloso, maravilloso y admirable que es tu cuerpo, si lo conocieras en profundidad y supieras todo lo que hace a diario por ti, estarías en permanente estado de gratitud y querrías tratarlo mejor.
Nuestra respuesta al estrés es automática y muy primitiva, desde que somos Sapiens no ha cambiado. Las mujeres de la prehistoria corrían para salvar su vida o para conseguir comida. Era una respuesta asociada a la supervivencia. Hoy en día las mujeres corren para llegar al trabajo, para cumplir con todo lo que tienen que hacer durante el día y para estar en forma. Pero nuestro cerebro primigenio e inconsciente no lo procesa así. Para tu sistema nervioso estás dando la señal de alerta, estás corriendo, algo pasa. Sobre todo si corres durante mucho tiempo y con mucha frecuencia. Si vives alerta y corriendo es una señal inequívoca para tu cerebro: estás en peligro, hay que conectar el modo supervivencia.
Es una respuesta automática que tú no tienes que pensar ni que activar en tu cuerpo. Es como hacer la digestión o la reparación celular mientras duermes. Tu cuerpo lo hace sólo porque está programado para ello. Pues lo mismo pasa con la respuesta al estrés. Está programada así.
Evolución y estrés
Según estudios científicos, hace unos 150.000 años que el ser humano está sobre la Tierra, de los cuales el siglo XX es el que más cambios ha supuesto para las mujeres y nuestra forma de estar en el mundo. Es nada en comparación con el tiempo que nuestro cuerpo lleva funcionando bajo el mismo programa. No podemos pensar que nos vamos a adaptar a un estilo de vida frenético y muy nuevo en tan solo unas décadas. Además ¿Quién quiere adaptarse a un sistema de vida frenético que no te permite cuidarte, disfrutar de ti misma y estar conectada con tu cuerpo?
Una mujer hoy, además de trabajar dentro y fuera de su hogar, suele ir al gimnasio o a correr, y si no lo hace siente estrés emocional en forma de culpa por no poder/ querer hacerlo. Una mujer hoy está constantemente enviando señales de estrés a su cerebro. Si esperas que tu cerebro se adapte a algo diferente a lo que lleva haciendo durante los últimos 150.000 años, espera sentada amiga.
Son muchas las mujeres que, para poder lidiar con esos días llenos de agobios y de estrés, se apoyan en el café para empezar a funcionar y mantener el ritmo y en el alcohol al final del día para dejar de funcionar. Sin tener en cuenta que nuestro cuerpo ya está programado para hacer eso por sí mismo. De hecho al entrar en ese círculo que se retroalimenta lo que están haciendo es impedir que su cuerpo funcione correctamente. Están agotando sus reservas naturales de energía, están desregulando su capacidad natural de conciliar el sueño, están poniendo su salud en peligro.
¿Qué es lo que consigue que las mujeres mantengan ese ritmo y vivan haciendo malabares? La adrenalina y la cafeína, lo que ayuda a crear más adrenalina, y por supuesto, su propia percepción de la presión a la que están sometidas. Todo esto es un cóctel que hace que tengamos el cortisol (la hormona del estrés) siempre por las nubes. No es bueno, ya te lo digo yo.
Tenemos que ser conscientes de lo insostenible que es vivir así a largo plazo, sobretodo si pretendes tener buena salud.
¿Sabes qué? No necesitas vivir así. Recuerda lo que pone en los aviones, ponte la máscara de oxígeno tú primero para poder atender después a los demás. Si tu no te cuidas mucho y bien, no podrás cuidar bien y mucho a los demás. Es maravilloso amar y cuidar de los demás, pero nunca a costa de una misma.
Y ¿por qué no nos paramos sin más y dejamos de estresarnos y de hacer malabares para llegar a todo? Porque nos importa hacerlo bien, que las demás personas piensen que somos capaces de manejarlo todo. Porque es lo que se espera de nosotras. Porque estamos programadas (hola género, hola patriarcado) para ser “buenas chicas”, para complacer y agradar, para cuidar y hacernos cargo de todo, ser buenas madres, buenas profesionales, buenas amigas, buenas amantes, buenas en todo. Y “estar” buenas.
De nuevo entra en escena la sensación de no estar a la altura, de no ser suficiente. Si piensas que no eres suficiente, también piensas que no tienes lo suficiente, y te pasas la vida intentando ganar más para tener más. Para llenar un vacío. Cuando en realidad lo que tienes es menos. Menos vida, menos tú.
Respira
Cuando puedas siéntate un momento, respira hondo tres veces y párate a pensar cómo vives, qué comes, qué bebes, cómo duermes, cómo respiras, cómo piensas, cómo te percibes y percibes tu vida y tus responsabilidades, cómo te cuidas. En el momento en que cambies tu actitud hacia ti misma estás empezando a cambiar tu bioquímica y tu vida. Si consigues reconectar con tu cuerpo serás capaz de sanarlo y regalarle vida.
Estamos en una fase de transición, aprendiendo a vivir en un mundo que va demasiado deprisa. Tenemos que repensar cómo queremos vivir en este mundo.
Pero no solo las mujeres. Parte de la solución del problema del estrés crónico de las mujeres pasa porque la otra mitad de la población se haga cargo de la parte que les toca en todo, en el ámbito doméstico también. Tengas descendencia o no. Se llama corresponsabilidad. La otra parte pasa porque, como sociedad, exijamos mejoras en conciliación, en equidad y en igualdad. Políticas reales y efectivas.
Y recuerda que la vida es preciosa, que tú eres preciosa. Cada una de nosotras somos un milagro de la naturaleza y merecemos honrar y cuidar de la maravilla que somos. Cuídate mucho.
___________________
Alicia Hardisson
Irene Aterido www.meduelelaregla.com
Docentes de la formación Acompañamiento Integral en Salud de la Mujer
___________________
Alicia Hardisson
Irene Aterido www.meduelelaregla.com
Docentes de la formación Acompañamiento Integral en Salud de la Mujer